Uno de los sentimientos más conflictivos y desagradables que el ser humano puede experimentar es la culpa. A veces, esta culpa carece por completo de algún sentido lógico y entonces se transforma en un elemento propio de algún trastorno mayor. Sin embargo, por lo general sólo se trata de algo pasajero, que incomoda bastante y que después de algún tiempo desaparece.
Asimismo, la culpa tiene un acompañante básico que, junto con acrecentar el malestar, permite pensar en alguna solución a la situación: el arrepentimiento. Ahora bien, arrepentirse de algo que se hizo implica el aprendizaje de una lección que, seguramente, en el futuro no se repetirá. Pero, lo paradójico de todo esto, es que los humanos también solemos arrepentirnos de aquello que no hicimos.
Para esto último, la solución no se trata de enmendar un error o hacer mejor las cosas para la próxima vez, sino simplemente actuar: realizar alguna conducta o decir ciertas palabras, nada más y nada menos.
Y aquí viene la parte interesante de todo este asunto: vivir el presente. Aunque podemos proyectarnos en el futuro y crear imágenes de éste con lujo y detalle, lo cierto es que nadie sabe lo que ocurrirá mañana. Y déjame decirte que, conforme a esto, arrepentirnos de aquello que no hemos hecho puede pasar de ser sólo una sensación temporal a convertirse en algo que nos pese por mucho tiempo, incluso años.
No pierdas más tiempo y dile a esa persona lo mucho que la quieres, ve donde ese amigo y cuéntale por qué el malestar con él, abraza a tus familiares y vive el presente como si el mañana no existiera. Quizás pienses que se trata de un derroche de emociones que el resto ni siquiera valorará, pero créeme que aunque efectivamente los demás no le tomen el valor correcto, tú te sentirás bien y, sobre todo, tu corazón estará sano.